martes, 11 de febrero de 2014

Escaramuza

Cuando veo los párpados y su fruto redondo, hago cálculos en una roca donde las olas me persiguen.   ¿De que me sirve las fatalidades? Este imposible y distante amor, la erudición de su universo, mi tiempo vago, el irremediable pasado y el remoto sufrimiento. Si todo me vuelve tan distante y lejano. Perdí posibilidad de amar. La importancia de contener la armonía. La dignidad. El curso natural. Todo lo que el silencio me había concedido. Es el amor. Como nunca está creciendo su cueva. Ya la noche denuncia complejos. De penas, los hombros encojo y pienso que vivir es cada vez una ausencia. Es, lo sé, el amor. Donde no existe la paz. Donde Todo se muere en la garganta. Donde los besos ensangrentados encuentran sus suicidios.  Entonces ¿Cómo combatir mi sed, su ausencia, mi desesperada inexperiencia? ¿Cómo salvarme del horror de la memoria? Si de pronto el hambre del recuerdo cumple su condena en mi pena. Es casi real, esta mitología que a martillazos me he negado. Esta ansiedad de vivir en paz sin ella. Como si el sufrimiento fuese el único camino a mi blasfemia. Ahora me duele. Esto, duele. Los ejercicios de las máscaras. Los hábitos comunes. Los sueños amorales. Esto es por una mujer. Mi amor mitológico. El horror de lo ulterior. A esta noche caída como en sus ojos difuntos. Esta noche como nunca estoy enfermo de ella. Esta noche es por amor.

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