sábado, 7 de diciembre de 2013

El amigo que perdí.

Fueron largos los días que permanecí a solas en la casa viendo a lo lejos, tal vez con la misma indiferencia que en Lima como se sonrojan las personas que me miran. La verdad no me cuide físicamente. Este año comí como nunca había comido, derroche dinero invitando almuerzos a un amigo. Estaba al paso del día las frituras y el aderezo, las bebidas químicas, a veces  la barriga jodidamente llena y otras los bolsillos jodidamente vacíos. Ojalá todo aquello se me fuera al poto o al ombligo, pero toda esa grasa se me iba a la cara, haciendo una sopa en las mejillas con revoltosos pequeños volcancitos a punto de estallar y engrasar mi cara inflamada. Y los bolsillos vacíos, a la mierda.

No tengo ganas de salir, así que voy por una gaseosa y un periódico, me siento en el umbral de la casa sin importar que me ensucie el culo, bebo y leo,  sonrío y me pregunto: ¿Dónde están mis amigos? No lo sé, lo único que sé es que todos están bien. Me pase los últimos días del mes viendo sus Facebook y no es sorpresa que siguen engordado saludablemente. Han asistido a fiestas y han hecho amigos. Algunos han terminado una carrera de instituto y tienen títulos, otros siguen una carrera universitaria, algunos sonríen con sus mascotas bien cuidadas, algunos sonríen abrazados con sus amigos, algunos con sus padres y no falta el solitario en el espejo (pero feliz) y en ocasiones encuentro a  alguien triste (pero solo lo demuestran en comentarios) Al parecer nadie se ha percatado que me fui hace siete años. No envío solicitudes de amistad. Me reservo el caso y prefiero salvaguardar su felicidad y mi privacidad. He hecho de mí un hombre de pocos amigos. Un hombre solitario a veces Feliz y a veces infeliz. Pero como siempre he sido bueno y en ocasiones solo un poco descuidado. Soy un buen hombre, estoy seguro.

Busco trabajo en los clasificado pero solo encuentro anuncios de mujeres ofreciendo servicios sexuales, al instante vi a mamá por la avenida esforzando sus brazos cargar dos sacos. Corrí a su ayuda.

Me encontré con un viejo amigo. Solté los sacos y esboce una sonrisa preguntando en tono malicioso -¿Y tú?- Era Samuel. Compartí dos años de la primaria con él, nunca fuimos grandes amigos, pero esta vez no tenía más remedio que rendirme a ese sentimiento tosco en mi interior. Me he revuelto los sesos intentando acostumbrarme al aislamiento, pero me rindo y le doy un abrazo, al cual  parece no corresponder, pero de todas formas termina cediendo a mi nostalgia.

Después de hablar un pequeño rato, mamá me dejó con los costales pidiendo que se los traiga en cuanto pueda. Samuel me contó sobre Jerson. Un viejo amigo que en la primaria tenía la costumbre de libar su  mano derecha, habló acerca de una infección. Me contó que chupó tanto su mano que debilito la piel que con el tiempo se empezó desprender, no recibió un tratamiento adecuado por lo cual se infectó dejando  herida gran parte de su muñeca. Me contó la gravedad del asunto y me sentí atraído, sentí que este año no sería una pérdida y visitaría a un viejo amigo.

No había visto a Jerson por siete años y tal vez hubiese sido por cuatro si no hubiera ocurrido el pleito que nos desamistó. 
Una pelea absurda, demasiado absurda que nos llevó a caminos separados, nos condujo por luego miradas estrechas, encuentros desagradables. Todo en adelante fue más difícil después de pelar con un gran amigo.

No supe nada de Jerson. Intenté ubicarlo por Facebook pero todo falló. Era la primera vez después de tanto tiempo que lo iba a ver, así que me arme de valor y tal vez con un poco de cinismo me ensañe en el camino gritando en mi interior: ¡Cambia mierda cambia! mientras la gente veían mi rostro desorbitado alborotando el viento. Gritaba y el eco en mi alma vacía se oía como un tambor palpitando desde su interior. Sé que está terminando mi vida y yo la desperdicio, por eso canto como si fuera un pájaro en busca de su bandada que va entonando en su  interior y replico mis gestos de buen ánimo una y otra vez imitando con descaro el animal que no soy, implicando toda injusticia sobre mi ser sin importar de donde vengo o hacia donde voy. Ese día proseguí con mi faena volcando toda miseria del pasado, toda riña, todo pleito sin importancia.

Pero en realidad solo era una excusa. Yo sabía perfectamente lo absurdo de mi esfuerzo.

En verdad no quería encontrarme con mis amigos. Estoy avergonzado. Los últimos días antes de dejar esas tierras e irme a Lima, hice alarde todo lo que creía que era bueno, restregando en sus pequeños cráneos mi viaje a la gran ciudad. Pero más tarde descubrí que la mierda huele mejor que Lima. Antes que dejara el colegio de aquel pueblo no tuve tampoco la decencia de despedirme de mis mejores amigos, al cual entonces no incluía a Jerson. Pero aquí estaba de nuevo  viendo mis limitaciones con agrado, viendo que soy mortal, y aprovecho este pequeño descubrimiento para sentir que soy alguien más. La plenitud es la unidad, unidad que  hasta ahora me ha jodido y con la que pienso acabar con la visita a Jerson.

Aquel día, toda desesperanza y reflejo mío atisbaba el anuncio del mundo nuevo, del mundo real donde personas reales programan su despertador y sus cabezas a las cinco y treinta de la mañana para agitar los ojos con lagaña, vestirse, desayunar, salir a estudiar, trabajar.
No soy esto, ¡Carajo! ¿Pero que me queda?

No me quedaba más remedio que acostumbrarme al hecho de ser el enjuto más rompe huesos del mundo real, Donde mi  alma es tan estrecha que no da paso a las ideas nuevas, donde no circula el espíritu y se corre el peligro de morir en la soledad.
-De morir en la soledad ¿Entiendo?-

Hay que vivir, y hacer todo en cuanto se pueda someter el cuerpo (eso dicen) es decir: soy humano, yo quería ser una oveja y amamantar a mis crías, pero nací humano ¿Y qué? Solo tengo esta mierda y quiero aprovecharla, si no lo hago ¿Quién chuchas lo va hacer por mí? Estuve maravillado  el día de mi descenso, donde el cavernícola baja de su caverna a la ciudad nueva, donde la civilización encuentra al salvaje al paso y sobre todo con animosidad de romper al más bocazas. Me siento bien.

En toda esta esperanza, tenía también un poco de miedo, sí, un poco de miedo a las personas. Como todo ser extraño, siempre corre el peligro de extinción si se arriesga a dejar su madriguera, puede que si el ser humano haya acabado  con animales, también podrían acabar conmigo. Pero como toda bestia, el animal siempre en cuanto esté herido va a regresar a su cueva. En mi caso “Soy mi animal y soy mi cueva que da consuelo a su criatura enferma” Pero ese día, estaba decidido a acabar con esto. ¡A la mierda!

Llegué con ánimo a la casa del viejo amigo, toqué la puerta de madera y me atendieron los perros que enseguida me rodearon ladrando como si fuera uno de ellos. Estuve asustado un pequeño rato hasta que alguien se acercó, era el hermano menor de Jerson. No lo reconocí al instante pero lo reconocí luego al ver en su rostro conservar todavía esas muecas infantiles que yo vagamente recuerdo. Calmó a los perros y preguntó quién era, no dije nada de mí y solo pregunté por Jerson y me dijo que está durmiendo, así que insistí, pero  al parecer no quería entenderse conmigo. Entonces le hablé sobre la amistad que tenemos y enseguida me prestó un poco de atención, no hubo impresión en su rostro ni en el mío, entonces insistí de nuevo si podría llamar a su hermano Jerson. Con un poco de incomodidad entró a su casa de esteras y salió después de un minuto frunciendo enojo.

Jerson no quería visitas, pienso que tal vez debería decirle quien soy, pero no me atrevo a joder su sueño y también comienza mi inseguridad si en verdad quiero o no seguir con esto así que intento convencer al chico que le dé un recado mío que tal vez con sus desganas piensa ignorar.

"Dile a tu hermano que ha venido Elmer a visitarle, espero que se mejore. Volveré otro día”

Estoy decepcionado de lo sucedido, pero con ánimos pienso que tal vez es lo mejor, sobre todo para un jodido viejo amigo como yo. Pero igual me encuentro abatido, giro la mirada a la casa de esteras como si ella me llamara con una palmada, y veo con gran nostalgia las épocas que habíamos vivido. Demasiada nostalgia.

Subo a una moto que enseguida enciende su motor y el conductor asiente después de confirmar mi ida al terminal rumbo a Lima. Me alejo totalmente del día y de Nueva primavera. Era la primera vez que visitaba a un amigo después de muchos años, no era casual que no se diese, pero los destinos no son más que pecados de la ociosidad, me siento un poco dolido y  con desánimos digo –bueno se intentó- y de modo tortuoso, todos mis pensamientos solitarios y vagos regresan al seso donde me torturan con una visión de Lima caminando solo en el asfalto, por un instante me duele, no debería pero me duele. Giro para echar mi última mirada al lugar e imagino a  Jerson salir de su casa. Alza los brazos como saludando y luego deja caer una y la otra muy arriba haciendo el gesto de despedida, me entusiasmo por el pensamiento y elevo mi brazo izquierdo despidiendo a Jerson. Aunque sé que no me viste Jerson ¿Dónde estás amigo?

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